Siglo XIX. Servidumbre. Mayordomo

MAYORDOMO

El mayordomo vestía a la última moda siempre. Era una figura distinguida y de presencia imponente, que exigía mucho respeto de sus subordinados.

El mayordomo empleaba y despedía al resto de los varones del servicio y era responsable directo de sus conductas. Si en la casa existían piezas de plata, estas eran colocadas en una habitación cercana a la alacena del mayordomo. Cada noche este se aseguraría de que todas las puertas y ventanas estaban correctamente cerradas y su función era la de protector de las cosas de valor.

También se encargaba de ordenar la disposición de la mesa en la comida y en la cena y de anunciar esta a los señores, mientras permanecía junto al resto del servicio. Su trabajo también consistía en cortar la carne, retirar los cubiertos y servía el vino. Durante los postres se aseguraba de que el salón en el que la familia se reuniría para tomar el té o el café estuviera en perfectas condiciones. Comprobaba que las lámparas o velas estuvieran en condiciones, y que la chimenea estuviese encendida y la temperatura fuera agradable.  Entonces volvía a su habitación hasta que oía el sonido de la campanilla, con la cual requerían sus servicios. Acompañaría a los señores al salón apropiado y repartiría las tazas que otro sirviente iría llenando de café o té.

Su jornada acababa asegurándose de que la plata estaba segura, de que ventanas y puertas estaban cerradas y de que los fuegos estaban apagados o eran seguros.